sábado, 20 de febrero de 2010

Coleccionismo de armas en Argentina

En nuestro país, el coleccionismo de armas y municiones comienza a consolidarse a partir de la última década del siglo XIX.
Durante nuestra guerra por la Independencia y posteriormente, dentro de las luchas entre caudillos, las armas constituían un bien escaso, utilizado y aún reciclado, hasta su destrucción total.

A partir de las adquisiciones que llevó a cabo Domingo F. Sarmiento como presidente, con el propósito de modernizar y uniformar reglamentariamente el uso de armas, dentro de una política de organización militar a escala nacional, por vez primera las armas veteranas de mil combates, quedaron de lado.
El gran maestro sanjuanino, de fecunda labor en pro de la educación nacional, no descuidó el extender esa acción educadora al medio militar y el organizar un ejército a escala nacional, dotado de moderno armamento. Cuando tanta campaña en contra de las armas y de las fuerzas armadas o deportistas que las empuñan se realiza, sería bueno considerar estos ejemplos que nuestra historia nos brinda.
Retomando nuestro relato, es a partir de allí, que las armas fuera de uso, muchas de ellas con un glorioso pasado, pasan a conformar las primeras colecciones privadas, principalmente en manos de militares de prestigio, grandes hacendados y profesionales de alto poder adquisitivo.
Es el estrecho contacto que existió con Europa a principios del siglo XX, por la solidez económica de nuestro país y la carencia de restricciones legales sobre la materia, lo que les permite la incorporación de piezas del exterior, de gran valor en muchos casos.
Dentro de éste contexto, en 1890 se produce la primer subasta pública registrada, que corresponde a la colección perteneciente a un señor apellidado Parravicini. Lamentablemente carecemos de datos precisos respecto de las piezas que la integraban, como así también si el citado poseía alguna relación de parentesco con el actor Florencio Parravicini, de quién se afirma haber hecho gala de sus conocimientos como tirador deportivo.
Dos años más tarde, en octubre de 1892, se publica una revista que lleva por título “El Coleccionista Argentino”, la que en su segunda entrega, correspondiente al mes de noviembre del mismo año, publica un artículo titulado “Colección de Armas”. El mismo fue reproducido en su totalidad en el primer número del Boletín de la Asociación Argentina de Coleccionistas de Armas y Municiones en el año 1967.
A este mismo período corresponde, la que sin lugar a dudas, fue la más importante colección de armas que ha habido en nuestro país. Es la que reuniera el Gral. José Ignacio Garmendia, durante sesenta años y que alcanzó a aproximadamente dos mil piezas, de las cuales mil ciento doce fueran rematadas por Guerrico & Williams el 16 de septiembre de 1931, como parte de los autos testamentarios de José Ignacio Garmendia y María Rufina Reynolds de Garmendia.
Una excelente descripción de la misma, fue brindada por quién considero maestro y amigo, Santiago Pedro Tavella Madariaga, en una serie de artículos publicados a principios de la década de 1970, en la revista Week-End, titulados genéricamente “Colecciones de Armas”.
Allí se citaba, que la colección Garmendia reunía, desde piezas pertenecientes a antepasados suyos, uno coronel regidor de Tucumán y otro alférez real y presidente del Cabildo en 1826, hasta la espada, confeccionada por Sebastián Hernández, que el Gral. D. Pedro Caro y Sureda, marqués de la Romana, obsequiara a José de San Martín luego de la batalla de Bailén, pasando por dos espadas pertenecientes a Juan Manuel de Rosas, una que se dice regalada por los plateros negros de San Telmo, con empuñadura y vaina de plata maciza con grabados artísticos, con el escudo nacional enchapado y calado en oro y la inscripción “Rozas” en el guardamanos y la otra, grabada en la hoja “Para el Gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas”, que éste utilizara en la Campaña al Desierto en 1839.
En apretado resumen, poseía armas que habían pertenecido a Manuel Belgrano, Justo J. de Urquiza, Bartolomé Mitre, Julio A. Roca, Luis M. Campos, Manuel Hornos, Lucio V. Mansilla, Francisco Ramírez, Donato Álvarez, Antonio González Balcarce, Blas Pico, Rafael Aguirre, Benjamín Victorica, Félix de Álzala, Ángel V. Peñalosa, Giuseppe Garibaldi, Francisco Solano López, Mariano Melgarejo, Fulgencio Yegros, Máximo Santos, Nicolás Avellaneda, Bernardo Monteagudo, Florencio Varela, Hilario Ascasubi, Miguel Soler, Manuel A. Pueyrredón, Facundo Quiroga y a los caciques Pincén y Saihueque.
No sólo se encontraban piezas relacionadas con nuestra historia, también era posible encontrar la espada que la Real Compañía de Filipinas regalara a Carlos III, una escopeta de caza de la princesa Carlota, esposa de Maximiliano y armaduras de la época de Felipe I y Enrique I de Inglaterra, entre otras.

Dos piezas singulares, dan cuenta de la importancia que tuvo esta colección: un falconete fechado en el año 1411, traído por los conquistadores españoles a Asunción, regalado por Francisco Solano López al Gral. Justo J. de Urquiza y considerado, a la fecha de su remate, una de las únicas seis piezas conocidas a escala mundial, en ese estado de conservación y la recámara de un falconete del siglo XV, que perteneció al navío Puerto Rico y que fue rescatada del Río de la Plata durante las obras de construcción del Puerto Madero.
A partir de 1930, varios hechos de capital importancia, contribuyeron a modificar las primitivas características de esta actividad. Los más destacables resultan: la declinación económica local fruto del nuevo orden económico mundial, el fallecimiento de los primeros grandes coleccionistas y la aparición de las primeras regulaciones policiales relativas a la tenencia de armas.
Se suceden entonces, importantes subastas, a las cuales acceden nuevos estratos sociales, mayoritariamente conformados por profesionales, comerciantes o industriales.
Merecen señalarse, por su incidencia en el desenvolvimiento posterior del coleccionismo local, las siguientes subastas:
Ø Estanislao J. Cevallos – rematada en 1929, por J. C. Naón y Cía. S.R.L..
Ø Antonio F. Cafferata – rematada en 1932, por Guerrico & Williams.
Ø María Güiraldes de Guerrico – rematada en 1935, por Guerrico & Williams.
Ø Dr. Buijevich - rematada en 1946, por O. Ramos Oromí y Cia..
Otra gran colección, que también cumplió ya su ciclo, fue la que iniciara Jorge Llobet Cullen en Sevilla, en 1906, con la compra de una pistola sistema miquelete y que continuara a su muerte, Andrés F. Llobet Guerrero.
Sumamente importante, fue considerada la más importante de Iberoamérica y se componía de fusiles, espingardas, escopetas, pistolas, ballestas, hachas, mazas, sables, espadas, cuchillos, celadas, borgoñotas y yelmos que abarcaban del siglo XV al XIX.
Nuevamente, el excelente trabajo de Tavella Madariaga, nos sirve de guía para afirmar, que tan importante era el conjunto, como la procedencia de las piezas: sesenta habían conformado la colección Garmendia, entre ellas el falconete y la recámara descriptas líneas más arriba, la primera de las cuales había sido adquirida por seis mil cincuenta pesos de la época. Otras provenían del zar Alejandro II de Rusia, del príncipe Federico Carlos de Prusia, del barón Franchetti de Florencia, del príncipe Radziwil de Berlín, del duque de Sajonia Meiningen, del duque de Osuna, del marques de Beauchamp, del duque de Rovigo, de la baronesa Vincken D`Rognan, de Curtiss de Londres, de Grodewsky de Viena, de Whamwell de Londres y de los coleccionistas locales: Estanislao S. Cevallos, Dr. Buijevich y Guerrico.
Su magnificencia puede ser apreciada por dos finos arcabuces de caza, con sistema de encendido a rueda, que se encuentran dentro del patrimonio del Museo de Armas de la Nación y que están expuestos en la sala III del mismo.
Esta colección fue rematada, a consecuencia de una disputa judicial, en 1975, por la casa Guerrico y dadas las condiciones económicas de nuestro país en la época y la importancia de las piezas, la mayor parte de las mismas, salieron de nuestras fronteras para no regresar jamás.

LAS PRIMERAS ARMERIAS DE BUENOS AIRES

El año 1857, es particularmente importante en lo que hace a la comercialización de armas en la ciudad de Buenos Aires, casi al mismo tiempo, ven la luz dos de sus más grandes e históricas armarías: Bertonnet & Gobert y Carlos Rasetti.
Bertonnet & Gobert, fue el resultado de la unión comercial de dos armeros franceses, que establecen su negocio en la calle San Martín 50, frente a la Catedral Metropolitana.
Las armas comercializadas por esta armería que, eran importadas desde diversos países europeos, presentan grabadas las siguientes leyendas: “BERTONNET EN BUENOS AIRES” o “BERTONNET-CALLE SAN MARTÍN 50-BUENOS AYRES”.
En 1878 Juan López adquiere la armería, incorporando el rubro cuchillería y mudándola a la calle Perú 40, entre Rivadavia y Victoria, antiguo nombre de la actual Hipólito Irigoyen, lindando con la tienda “A la Ciudad de Londres” y la joyería “Gabarini”.
Las armas vendidas durante éste período traían los siguientes grabados: “JUAN LÓPEZ BUENOS AYRES” o “JUAN CANEDO-611 RIVADAVIA 611-BUENOS AYRES”
En 1888, la transfiere a su empleado principal Juan Canedo, quien se hace cargo con gran éxito comercial, Es para entonces que comienza a ser conocida tanto como “La Porteña de Juan Canedo” o como “Casa Canedo”.
Finalmente las obras de ensanche y apertura de la Avenida de Mayo, que se inician el 5 de marzo de 1889, obligan a una nueva mudanza, esta vez a calle Rivadavia 611.
En 1912 es comprada por Alfredo Gottling, quién le da el nombre de “La Porteña”, aunque por un tiempo se la identifica también como “Antigua Armería Canedo”.y a consecuencia del origen de los productos ofrecidos también por “Armería Británica”.
Las armas de éste período se identifican por la leyenda: “ARMERIA LA PORTEÑA-BUENOS AIRES”
En 1946 fallece Alfredo Gottling y su yerno, Cornelio Prats, se hace cargo del negocio.
En 1970, a raíz de rajaduras en una de las paredes del viejo restaurante Pedemonte, lindante con “La Porteña”, la Municipalidad decide primero apuntalar el edificio y posteriormente la demolición de ambos negocios. De este modo la armería debe trasladarse a la calle Perú esquina Chile, donde en 1971 cierra definitivamente sus puertas, luego de 114 años de existencia.
Por su parte Carlos Rasetti, que como ya dijéramos, también inicia su actividad en 1857, ocupó un local sito en la calle Rivadavia 526, obteniendo un marcado éxito comercial, principalmente basado en la importación de material proveniente de las líneas europeas de la época. Tal fue la relevancia de esta actividad, que el logotipo de la firma señaló, expresamente, durante muchos años “Casa introductora de armas”. Las piezas de éste período eran grabadas en origen: “CASA CARLOS RASETTI –RIVADAVIA 525-BUENOS AIRES”.
Pero la importación de armas no solo se circunscribió a piezas nuevas, también se le debe la incorporación a la plaza local de material proveniente del “surplus” militar de diferentes países, entre los que es posible mencionar: fusiles y carabinas Chassepot, Gras, Vetterli, Máuser en sus modelos 1871 y 1888, Mannlicher, Winchester, Remington, etc..
Una cuestión no debidamente documentada, es la denominación “Armería de Paris”, utilizada en catálogos y publicidades por Carlos Rasetti, hasta la década de 1930, como así la existencia de piezas que presentan una de las siguientes leyendas: “E. PARIS - BUENOS AYRES” o “E. PARIS - BS. AYRES”. Se supone que la misma podría provenir de un comerciante anterior, cuyo nombre era E. Paris, respecto del cual, el autor no ha podido encontrar mayores datos filiatorios.
El catálogo correspondiente al año 1917 en su portada cita expresamente como domicilio comercial el de Sarmiento esquina Maipú, de cuya fachada trae un par de excelentes fotos en su interior y además consigna “Anexo de la casa: Rivadavia 526 – Casa en París: 3, Rue Lentonnet”.
Para sumar otro punto, digno de investigación más profunda, se puede mencionar, que en el catálogo de 1931 de Carlos Rasetti, se incluye una pequeña fotografía de una planta industrial, con el epígrafe “nuestra fábrica en Francia”.
Cabe señalar que el inmueble ubicado en la esquina de Sarmiento y Maipú, inaugurado el 14 de mayo de 1917, en oportunidad de festejar sus sesenta años de vida, a la fecha de escribir estas líneas, aún se mantiene en pie, conservando las mismas características que se aprecian en las fotografías, si bien está dedicado a otros fines comerciales.
En los citados catálogos, se ilustran escopetas “fabricadas especialmente para la casa” por A. Francotte y Cía. de Lieja, Bélgica, por W.W. Greener de Birmingham, Reino Unido y por la Manufactura Francesa de Armas de Saint Etienne, Francia. También se encuentran productos Winchester, Remington, Smith & Wesson, Colt, Mauser, Webley & Son, Iver Johnson, Fabrique Nationale (patente Browning) y Joseph Rodgers & Sons, entre otros.
Como dato curioso, puede agregarse que comercializó hojas y máquinas de afeitar “RASETTI” y cartuchos de escopeta “T-RASET”.
Cerró definitivamente sus puertas, tras soportar los diversos avatares políticos del país, en 1967, cuando ya su denominación legal era F. C. Rasetti & Cía. (Suces.).
Quizàs la última gran armería de Buenos Aires, fue la "Armería Alemana" o más popularmente "Pedro Wörns", que fue fundada en 1891. Este era un inmigrante alemán que había llegado al país en 1883, con dieciocho años de edad y que luego de reunir unos pesos instaló una agencia de cambios y pasajes en la calle 25 de Mayo 314. Obtuvo que sus padres le remitieran dos mil pesos con destino a solventar dicho negocio, pero un robo provocó la desaparición del dinero y del negocio.
Esta desgraciada circunstancia llevó a que dos amigos, uno Nicolás Yusten y otro Leopoldo Goth le prestasen su apoyo para reencauzar sus actividades comerciales. El segundo de los nombrados, propietario de una armería sita en la calle Piedras (hoy Bartolomé Mitre) 431, le cedió en consignación escopetas y revólveres. Entonces logró incorporar algunos productos de talabartería y para viajes, reiniciando su negocio con los rubros armería, talabartería y artículos para viaje.
En 1900, a consecuencias de reformas en el edificio ocupado, debió mudarse a Corrientes 311, incrementando la actividad comercial. Su esposa falleció en 1916, no sin antes dar a luz cuatro hijos, dos varones y dos mujeres, los varones fallecieron tempranamente y su hija María le brindó su apoyo en el negocio familiar.
En 1944, Wörns fallece y la armería quedó en manos de Francisco Stohr, un sobrino, llegado de Alemania tiempo atrás, donde se había desempeñado como aprendiz en Inmarmeffert.
En 1957, fallece Stohr y el negocio pasa a manos de la hija mencionada líneas más arriba, María Wörns de Justen, que la conduce personalmente hasta 1966, cuando se incorpora Leonardo Salzmann, sobrino nieto.
En abril de 1968 María Wörns de Justen se asocia a Leonardo y Ricardo Salzmann y a partir de 1976, Juan Salzmann se incorpora al negocio.
Tiempo después, bajo la conducción de Leonardo y Ricardo Salzmann, la firma pasa a ser Pedro Wörns y Cia. S.R.L. y desde 1978 retoma la actividad como armería, dejando de lado otras menores a que se había dedicado durante el período inmediato anterior.
En tiempos en que se permitìa el libre ingreso de armamento militar extranjero para su venta, realizò importaciones desde los Estados Unidos y Alemania, siendo uno de sus màs importantes adquirentes la Policìa de la Provincia de Buenos Aires. En el campo deportivo y civil, trajo carbinas, escopetas, rifles y drillings de fabricaciòn belga, francesa y alemana, que sobre sus caños ostentaban el nombre de la armerìa, tambièn introdujo marcas como "Bayard" y "Meffert".
Finalmente a mediados de 2008 y por motivos económicos Leonardo Salzmann se ve obligado a cerrar la armería, abandonando el emblemático local de la calle Sarmiento 377. Algunas de las instalaciones de la misma, como parte de su puerta de ingreso, fueron transladadas a la Armería del Tiro Independencia, sita en Piedras 747.

El espiritu del Coleccionista


INTRODUCCIÓN
Nabonidus, el último calobeo que reinó en Babilonia entre el 555 y el 539 a.C., es conocido por su condición de padre de Belshazzar, a quién la Biblia atribuye haber visto en la pared de su sala de banquetes, una fantasmal inscripción referida a la caída del reinado y a la proximidad de los medos y los persas. Pero su aporte a la historia no surge de la referencia citada, sino por la reconstrucción del antiguo santuario de Ur, posiblemente para ser utilizado como capilla privada por su hija Bel-Shaltri-Nannar, suma sacerdotisa del Dios Luna en Ur.
En tiempos modernos y durante trabajos arqueológicos orientados a su rescate, se exhumó el emplazamiento de una sala contigua a la capilla, que expuso una reunión de objetos que, por su antigüedad y diversidad, no resultaba posible explicar.
Al respecto un testigo presencial, Wolley, expresa, textualmente:
...yaciendo sobre un pavimento de ladrillo sin roturas del siglo VI a.C., los objetos más recientes setecientos años más antiguos que el pavimento y los más antiguos anteriores en quizás dos mil años: todas las pruebas estaban en contra de la hipótesis de que su reunión hubiese podido ser accidental, y el recortado de la estatua presentaba un aspecto curiosamente voluntario. Y entonces encontramos la clave del enigma. Un poco mas lejos, encontramos un curioso objeto de arcilla en forma de tambor en el que figuraban cuatro columnas de inscripciones: las tres primeras de ellas estaban escritas en el antiguo lenguaje de Sumer y el contenido de una de ellas al menos nos era familiar pues lo habíamos encontrado ya en ladrillos de Bur-Sin, rey de Ur hacia el 2220 a. C., y los otros dos eran análogos; la ultima columna estaba escrita en semítico posterior: “Estas son copias de ladrillos hallados en las ruinas de Ur, obra de Bur-Sin, rey de Ur, que fueron encontradas al buscar el plano (del templo) por el gobernador y que yo vi y copie para maravilla de los que las vean.”...
Sencillamente, los estudiosos se encontraban ante un museo creado por Bel-Shalti-Nannar, sobre la base de antigüedades locales y una de esas piezas, de un siglo de antigüedad, había sido conservada como dato de la primera excavación arqueológica realizada en Ur y podríamos agregar, la primera que conocemos.

¿Qué tiene que ver esta cita con el espíritu del coleccionista?, pues simplemente todo. La esencia del coleccionismo, es la preservación de elementos y su proyección física hacia el futuro; es en si misma, un intento, vano desde su nacimiento, de apresar un momento histórico, un instante de la vida humana y conservarlo, “para maravilla de los que lo vean”.

DEFINICIÓN DE COLECCIÓN
Sin lugar a dudas, la mera reunión de piezas por si misma, no constituye una colección, ni la actividad que genera, coleccionismo.
Para ser honestos, todos los coleccionistas, hemos comenzado por el simple acopio de “curiosidades” que atraían nuestra atención; pero el gran paso que separa al “acopiador” del “coleccionista” es dar a esas “curiosidades”, una ubicación dentro de un contexto cronológico, técnico o estilístico. Vale decir obtenerlas por algo más que el mero instinto posesivo.
Todos y cada uno de nosotros poseemos, en un rincón de nuestra colección, aquella pieza que hemos adquirido, cambiado o recibido, que nos hizo cosquillar la sangre y humedecer los ojos de orgullo, que colmó, que satisfizo nuestra ignorancia de principiante, pero que hoy, luego de leer, consultar, charlar, visitar museos y aprender, es el duro recuerdo de un traspié.
En lo personal, nunca quise desprenderme de varias de estas piezas y cuando las acaricio, siento que vuelvo atrás en el tiempo y tomo nuevas fuerzas para aprender más y para hacer todo lo posible para transmitir mis conocimientos a otros.
Pretendiendo ésta, ser una guía para terceros, resulta necesaria una definición más académica y entonces me encuentro obligado a expresar, que una colección es:
La reunión volitiva, racional y ordenada de piezas que, partiendo del conocimiento de su importancia, dentro de un contexto técnico, estilístico o histórico, contemple su preservación y su restauración de ser necesaria y posible.

EL COLECCIONISMO Y LA MUSEOLOGIA
Como quedó indicado en el punto inmediato anterior, al ser el coleccionismo una actividad cultural, los coleccionistas han tenido distintas motivaciones a lo largo de la historia y con ello, una distinta formación como tales.
Los persas se destacaron por reunir ejemplares botánicos y zoológicos, mientras que los mogules de la India se orientaron a libros y objetos de arte. Los pueblos mesopotámicos, por parte, se sintieron inclinados por la arqueología y las técnicas archivistas. En el mundo griego, las colecciones particulares tuvieron singular importancia. Mientras que los asirios, babilonios, romanos en épocas del Imperio y los japoneses, pueden ser calificados de entusiastas coleccionistas, quizás a consecuencia de integrar culturas derivadas o subsidiarias o el ser pueblos dedicados a la conquista.
Como simple mención, merecedora de análisis por quienes dispongan de mayores conocimientos, debe señalarse que en todos los tiempos y cultos, los templos constituyeron centros de acumulación cultural y artística, aún mucho antes que el concepto de museología tomase forma.
Algunos autores consideran, que la actividad museológica constituye el remate del coleccionismo en el ámbito particular, ampliándolo y posibilitando el acceso público.
Así, durante la segunda mitad del siglo XVIII, los “gabinetes de curiosidades”, las “colecciones” y “galerías” privadas, sólo abiertas a ocasionales visitas de intelectuales, eruditos, científicos o amistades del coleccionista, pasan a integrar los patrimonios nacionales con carácter público.
Ese fenómeno, el llevar la cultura de lo privado a lo público, entre sus vastos alcances sociales y culturales, determina la apertura de los grandes museos del mundo. Entre los primeros, encontramos al British Museum de Londres creado en 1753, la Galería de Kassel, abierta al público por Guillermo IV, en 1760, y el Louvre, en 1798.
A partir de allí y a todo lo largo del siglo XIX, se van conformando las más importantes colecciones públicas a nivel mundial, siendo su principal característica, ordenarlas para su visita pública. Surgen: la National Gallery de Londres, el Kunsthistorisches Museum de Viena, la Pinacoteca de Munich, la Galería Nacional de Praga, el Museo del Ermitage de Leningrado, el Museo Uffizi de Florencia, los Museos Vaticanos, el Museo del Prado, el Metropolitan de Nueva York, etc..
Este fenómeno tiene varias explicaciones desde el punto de vista social y científico:
a-La transferencia de bienes en poder de monarquías, que pasan a integrar el patrimonio de nacientes estados nacionales, cuyo punto de partida se produce a partir de 1789, con la Revolución Francesa.

b-Distintos descubrimientos arqueológicos, en Pompeya, Egipto, Mesopotámia y Grecia, que conllevan la acumulación de material de estudio, generando la necesidad de museos destinados a la guarda y clasificación de esos tesoros.
c-El romanticismo, que trae consigo la evocación de culturas anteriores y la incorporación de arte medieval a museos y colecciones privadas.
d-El interés por las llamadas “causas nacionales”, empuja al pensamiento científico hacia el análisis de la historia local y su conocimiento a través de los monumentos y el arte.
e-El colonialismo y su influencia en Asia, África y Australia, impulsaron el interés por la antropología de pueblos no europeos y el estudio de sus culturas.
f- La teoría del evolucionismo y de las especies, formulada por Darwin, lleva a la catalogación, la ordenación en géneros y especies y de las técnicas aplicadas a las artes.