domingo, 21 de marzo de 2010

La Lanza Coligue de Caballerìa Modelo Argentino 1915

En 1914 se iniciaron estudios para sustituir las lanzas metálicas en uso reglamentario por la caballería a la fecha, por otras elaboradas a partir de un asta de caña coligue.
Por Decreto fechado el 12/01/1915 se declaró reglamentario el modelo presentado por la Dirección General de Arsenales de Guerra, distinguido por su simplicidad, resistencia y economía.
A principios de 1917 se fabricaron diez mil unidades que fueron empleadas durante el desfile realizado el 25 de Mayo de ese año.
Longitud total 2.850 mm.
Peso total 1.600 gr.

A continuación transcribimos un informe del agregado militar español en nuestro país que nos exime de mayor abundamiento, se encuentra publicado en "La Guerra y su preparación" - Tomo XI - Nº 9 - Septiembre de 1921 - Pág. 220, publicación del Estado Mayor Central del Ejército Español, impresa en los Talleres del Depósito de Guerra, Madrid - España.

MONTAJE DE LA MADERA Y REGATÓN E INSTRUCCIONES PARA LA BUENA CONSERVACIÓN DE LA LANZA DE GUERRA, DE COLIGÜE, REGLAMENTARIA EN EL EJÉRCITO ARGENTINO

“(Información de nuestro segundo Agregado militar en la Argentina, comandante D. Pedro Corral)”

“La lanza declarada reglamentaria en el ejército argentino por decreto de 15 de diciembre de 1916, tiene su asta constituida por una caña llamada Coligüe, que se produce espontáneamente, y en abundancia, en ciertas regiones de la cordillera de los Andes. La bondad de la lanza de guerra, de Coligüe, ha sido ampliamente experimentada por el ejército argentino en sus luchas de fronteras contra los indios, y fue adoptada por el decreto que se cita, no solo en vista de la bondad demostrada, sino también por ser su coste muy inferior al de la lanza metálica extranjera que se tenía en uso, y la que se ordenó ser recogida, guardándola como arma de reserva.
También el ejército chileno, después de larga experimentación, la tiene adoptada definitivamente desde hace ya varios años.
La moharra de esta lanza está soldada, a estaño, en un tubo de acero (a) sin soldadura (figura primera), de 105 milímetros de largo, cuyo extremo posterior (b) está dilatado a fin de permitir la entrada de un nudo (c) natural de la caña. El extremo anterior de la caña (d), preparado convenientemente de modo que llene del todo la parte hueca cilíndrica de la moharra, es decir, formando espiga en la punta, es introducido a golpes de martillo hasta que el nudo superior (c) haya penetrado diez milímetros aproximadamente en el tubo. A continuación se cierra el extremo del tubo (b), ajustándolo sólidamente sobre la parte posterior del nudo (c). Esta operación se hará en un torno (figura segunda) con mordaza para la moharra en el mandril, empleando una mordaza portaobjeto de abertura graduable, provisto de seis cilindros de acero templado, inclinados, que se apoya por medio del carro del torno contra la abertura del tubo (b) cerrándolo.
El ajuste del regatón (R), cuyo tubo € está dilatado en un extremo se efectúa a martillo por encima de un nudo natural (f) de la caña; haciendo un corte en cruz (g) en el extremo inferior de la caña, siempre que el diámetro de la misma impidiese su introducción. Debe evitarse en absoluto descascarar la caña, que deberá ser enchufada con la corteza intacta. Para poder en esta forma colocar el regatón, deben confeccionarse estos últimos de diferentes diámetros, por lo general de 32, 34 y 36 milímetros, interiormente, de diámetro.
El regatón (R) será lastrado con plomo en cantidad suficiente para que el centro de gravedad se encuentre entre 1.670 y 1.700 milímetros, medidos desde la punta de la moharra. La longitud de la lanza varía desde un mínimo de metros 2,80, al máximum a que obligue el aprovechamiento de un nudo natural.
El exterior de la caña (C) se limpia y se liman los nudos de las adherencias muy salientes, dándole después una capa de goma laca disuelta en alcohol, para preservarla de la influencia de la humedad. La capa de goma deberá renovarse antes que se haya gastado del todo. Las rajaduras que con el tiempo podrían producirse en la caña, se cerrarán con una pomada espesa compuesta de cinco partes de vaselina neutra y tres de parafina.
En caso se torcerse la caña se la vuelve a enderezar calentándola a fuego, pero de modo que las llamas no toquen directamente la caña y hasta que la mano pueda soportar el calor. En el caso de tratarse de fuertes torceduras, se le da una mano de aceite de linaza cocido y se calienta en la forma descripta, hasta que el aceite hierva. Una vez caliente la caña se la introduce en una grapa en forma U (invertida) atornillada sobre un banco de trabajo, y se apoya sobre un taco de madera forrado con cuero, actuando sobre la caña por medio de presiones hasta llegar a su enderezamiento.
La limpieza y conservación de las partes metálicas se hará de acuerdo con lo indicado para armas blancas.
Debe evitarse, en lo posible, recostar las lanzas con la moharra contra la pared, pues así se producen deformaciones de la caña. Se debe colocar la lanza en armeros, en los cuales, apoyada en el regatón, conserva una posición vertical.
Nota – Es importantísimo no descascarar o sacar la corteza de la caña, pues si no se toma esta precaución, la caña pierde su fortaleza.

1 comentario: