jueves, 25 de julio de 2013

Armamento utilizado en el territorio argentino

(Parte IV)

EL PERIODO COLONIAL

INTRODUCCION
El enfoque del presente apartado, abarca desde nuestro primer conato de rebeldía, respecto de la corona española, hasta la primera adopción reglamentaria por parte del ejército nacional.
Por esto mismo, es imprescindible establecer los elementos políticos, militares y sociales que conformaban el cuadro de situación del período inmediato anterior.

LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA
En un principio, el gobierno de las Indias estuvo confiado a los Virreyes, Capitanes Generales, Gobernadores y Audiencias, estos fueron los primeros instrumentos de gobierno creados en los territorios que se iban descubriendo y ocupando. Así pues, la primera Audiencia se establece en Santo Domingo, de la isla Española, el 05/11/1511, le sigue la de México por Reales Cédulas del 29/11/1527 y 13/12/1527 y cuyos límites se fijan el 12/07/1530.
En 1534 se crea el Virreinato de la Nueva España, primero de los cuatro que llegaría a haber andando el tiempo. La persona del Virrey representaba la máxima autoridad en el territorio confiado a su gobierno, pero las cuestiones judiciales dependían de las Audiencias. En este Virreinato de Nueva España había cuatro Audiencias: la de Santo Domingo de la Isla Española; la de México; la de Nueva Galicia o Jalisco, creada en 1556 y la de Santiago de los Caballeros o Guatemala, llamada también de los Confines, fundada en 1535.
El segundo Virreinato que se crea es el del Perú, que en principio se llamó Nueva Castilla y ello tuvo lugar el 01/03/1543. De este Virreinato dependían: la Audiencia de Panamá, creada el 26/02/1538; la de Lima creada el 20/11/1542; la de Nueva Granada o Santa Fe, el 17/07/1549; la de Quito, el 29/08/1563; la de Concepción o Chile, creada el 27/08/1565; la de Charcas, que se estableció en la ciudad de este nombre, posteriormente llamada la Plata, en 1559 y la de Buenos Aires desde 1661 a 1672.
Estos Virreinatos se mantuvieron durante los siglos XVI y XVII, es decir la épocas de los Austrias; en el siglo XVIII y ya bastante asentada la Casa de Borbón, se crean dos nuevos Virreinatos que se segregan de los inmensos territorios comprendidos en el Virreinato del Perú.
El primero fue el de Nueva Granada, por Real Cédula del 29/03/1717, pero no duró mucho tiempo, pues en 1723 se volvió a la situación anterior. En 1739 fue restablecido el Virreinato de Nueva Granada que comprendía las provincias de Santa Fe, Cartagena, Santa Marta, Maracaibo, Caracas, Antioquia, Guayana, Popayán, Quito y territorios de la Audiencia de Panamá.
El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata fue el último de los creados y se estableció el 10/08/1776, comprendiendo las provincias de Buenos Aires, Santa Cruz de la Sierra, Paraguay, Tucumán, Cuyo y Potosí, estableciéndose definitivamente la Audiencia de Buenos Aires.
Bajo el reinado de Carlos III se estableció el sistema de Intendencias a partir de la Real Ordenanza de Intendencias de 1782, modificada posteriormente por la Instrucción de 1786 y tenían jurisdicción sobre las cuatro ramas más importantes de la Administración: Hacienda, Justicia, Policía y Guerra.
Los Intendentes estaban sometidos en parte a la autoridad del Virrey y en parte a la del Intendente General. Se crearon doce Intendencias en México, ocho en el Río de la Plata, dos en Chile, siete en Perú, una en Cuba y otra en Caracas y a finales del siglo se añadió a Perú la Intendencia de Puno.
 La división territorial a fines del siglo XVIII era la siguiente:
q  Virreinato de México o Nueva España.
q  Virreinato del Perú.
q  Virreinato de Nueva Granada.
q  Virreinato de las Provincias del Río de la Plata.
q  Capitanía General de Cuba.
q  Capitanía General de Guatemala.
q  Capitanía General de Filipinas.
q  Capitanía General de Chile.
q  Capitanía General de Venezuela.
q  Gobernación y Comandancia General de Puerto Rico.
q  Gobernación y Comandancia General de Santo Domingo.
 La expuesta, fue la organización política, judicial y administrativa durante los siglos XVI, XVII y XVIII, la organización militar se canalizó dentro de otro esquema de variables.

LA ORGANIZACIÓN MILITAR
Durante el siglo XVI, en la medida en que la exploración y conquista de los nuevos territorios da paso a la colonización, instrumentada mediante asentamientos y encomiendas, se hace imperioso el disponer de medios defensivos de las nuevas posesiones.
Dos resultan los puntos vulnerables y dos las políticas establecidas:
ü Las tierras situadas en el interior y que podían resultar blanco del ataque de las tribus no sometidas, fueron puestas a cargo de los propios encomenderos y colonos, obligándoselos a mantener armas y caballos y a movilizarse en su defensa cuando la ocasión lo ameritara.
Con el correr del tiempo, este sistema resultaría en la creación de Milicias locales o gremiales a cargo de un soldado veterano, cuya misión era el obtener una elemental instrucción en el manejo de las armas y de los principios del arte militar.
ü Las costas y principalmente los puertos que servían al embarque de mercancías con destino a la Península, constituyeron puntos para construcción de defensas costeras
En una primera etapa, la construcción de fortalezas fue una obligación de los Gobernadores, pero desde fines del siglo XVI y durante todo el siguiente, los ataques de piratas y corsarios, muchas veces al amparo del poderío naval holandés e inglés, llevaron a reforzar los puertos del Caribe. 
Fue entonces cuando la Real Hacienda se hizo cargo de la construcción de fortificaciones y cuando se produce el envío de soldados profesionales, por vez primera, para cubrir plazas en las mismas. 
Estas fuerzas regulares eran engrosadas, en caso de peligro, por los vecinos del lugar, movilizados por el Gobernador de la Plaza. Si bien en muchas oportunidades este sistema funcionó eficazmente, en otras ocasiones resultó totalmente inoperante.  
A inicios del siglo XVIII, al término de la Guerra de Sucesión y bajo el reinado de Felipe V, este enfoque se modificaría diametralmente:
q  Por un lado, se asume que era absolutamente necesaria la creación de una escuadra lo suficientemente poderosa, como para proteger el comercio con las Indias y sus costas de piratas, corsarios y armadas enemigas de la Corona.
Esta labor la inicia Patiño y la continúa Ensenada, contándose hacia 1736 ya con una flota suficiente para cumplir ambos cometidos.
q  Se dispone la creación de unidades fijas que guarden y defiendas los puntos de mayor importancia, desplazando de ese cometido a las Milicias. Resultan así las siguientes unidades: 
v En 1719 el Regimiento Fijo de la Habana,
v En 1736 el Batallón Fijo de Cartagena,
v En 1738 los Batallones Fijos de Santo Domingo y Panamá,
v En 1740 el Batallón Fijo de Veracruz,
v En 1741 el Batallón Fijo de Puerto Rico en 1741,
v En 1753 los Batallones Fijos de Valdivia, Concepción y el Callao y
v En 1754 los Batallones Fijos de Yucatán y Venezuela.
q  Se inicia el envío regular de unidades peninsulares, las que en muchas oportunidades integran total o parcialmente sus efectivos a los Regimientos Fijos, retornando a su asiento natural, solamente un puñado de oficiales y soldados.
Todas estas medidas conducen a la conformación de lo que se ha dado en llamar el Ejército Extrapeninsular, por parte de autores militares españoles. Este estaba conformado por lo siguientes cuerpos orgánicos:
A.    EJERCITO DE DOTACIÓN
Compuesto por los Regimientos o Batallones asignados a una plaza determinada, de allí su denominación de “Fijos” y cuya principal misión era defender el territorio a su cuidado.
Aunque poseían reglamentos particulares a cada uno de ellos, su organización general estaba encuadrada por las Ordenanzas Generales del Ejército.
Constituían el núcleo más potente y eficaz del Ejército de Ultramar.
B.    TROPAS PENINSULARES DE REFUERZO
Eran las unidades peninsulares que temporalmente marchaban a las Indias, principalmente durante la primera mitad del siglo XVIII y que tuvieron como misión reforzar los puntos más débiles del esquema defensivo ante una amenaza concreta, para después de un tiempo, retornar a la Península, dejando parte de sus efectivos para completar los Fijos.
Dentro de este esquema, resultan excepcionales las expediciones de Cevallos a la Colonia del Sacramento y de Gálvez a Pensacola.
C.    MILICIAS REGLADAS
Se organizan en 1764 dentro del reinado de Carlos III, siendo primeras la de Nueva España por obra de D. Juan de Villalba y en Capitanía de Cuba, por la de Riecla y O’Reilly.
El primer Reglamento de Milicias se publica en la Habana en 1769 y posteriormente se aplica a todos los territorios a la creación de Milicias Provinciales, con las adaptaciones del caso.
La instrucción militar estuvo a cargo de los Oficiales de Asamblea, militares profesionales enviados desde la Península para abocarse a la organización e instrucción de dichas milicias.
Hubo toda clase de Milicias Regladas: de Blancos, de Pardos, de Morenos, etc.
D.    MILICIAS URBANAS
Habían sido originadas por las antiguas Milicias gremiales y locales, algunas tenían otorgados fueros y la mayor parte no percibía remuneración alguna, ni siquiera en caso de movilización.
Se ejercitaban los domingos por la mañana, después del horario de misa y sus oficiales, que no contaban con despachos reales, pertenecían a las familias importantes de la localidad.
Su misión principal era el orden público y solamente en casos muy extremos reforzaron, con carácter auxiliar, a los Cuerpos Fijos y a las Milicias Regladas.
Muchos autores militares hispanos opinan que, así como se atribuye a Felipe V la conformación del Ejército Peninsular moderno, debe considerarse a Carlos III el creador del Ejército de Ultramar. Durante su reinado se da forma a un ejército propio, autóctono, organizado y disciplinado que, enmarcado en reglamentos particulares, cumplía con los basamentos de la Ordenanzas Generales del Ejército Peninsular y era comparable a éste.
Su mayor diferencia con el Ejército Peninsular residía en el campo táctico, su destino era el conservar el orden interior, frente a lo que daba en llamarse “insurrecciones de los indios bárbaros e infieles” y defender las plazas costeras de los ataques de potencias navales enemigas.
Así, las Milicias Regladas o Provinciales no solían desplazarse fuera de las inmediaciones de sus plazas de destino y la Artillería se asentaba en las plazas fortificadas, con un despliegue totalmente defensivo. La única excepción en este punto lo constituyó la artillería volante creada por Maturana en Buenos Aires a fines del siglo XVIII.


EL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA
Al comenzar el siglo XVIII, los territorios del Río de la Plata se dividían en tres provincias: Buenos Aires, Paraguay y Tucumán, que dependían administrativamente del Virrey del Perú y judicialmente de la Audiencia de Charcas.
Las provincias de Buenos Aires y Paraguay habían sido creadas por la Real Cédula del 16/12/1617, que determinó la separación de lo hasta ese momento había constituido la Gobernación del Río de la Plata.
La provincia de Buenos Aires limitaba por el norte con la de Paraguay, por el oeste con la de Tucumán y el Gran Chaco, por el este con el océano y por el sur se extendía por la Patagonia, hasta la Tierra del Fuego.
La provincia de Paraguay, que también se conoció como provincia de Guayra, se extendía por el norte hasta la laguna de los Jarayes, por el este limitaba con la colonia portuguesa de Brasil, por el sur con las misiones jesuitas del Paraná y por el oeste con el Gran Chaco, hasta la provincia de Tucumán.
La provincia de Tucumán que había sido creada en 1560 por el Virrey del Perú, Conde de Nieva, tenía por límites, al norte la provincia de Charcas y Paraguay, al sur y al este la provincia de Buenos Aires y al suroeste la provincia de Cuyo.
Casi un siglo después y como consecuencia de disputas surgidas con los portugueses, el Gobernador de Buenos Aires, D. Bruno Mauricio Zabalsa, los enfrenta y derrota en Sacramento y Montevideo, decidiendo la fundación de la plaza de San Felipe de Montevideo. Los límites territoriales fueron fijados por el Capitán de Caballos D. Pedro Millán el 24/12/1726. Por Real Decreto del 09/12/1749 fue elevada al rango de Gobernación, con un gobernador independiente de Buenos Aires.
Durante un período de cincuenta años se mantuvo la situación expuesta, hasta que, mediante un informe fechado el 12/01/1771 el fiscal de la Audiencia de Charcas, propone a la Corte española, la creación de un nuevo virreinato, que con capital en Buenos Aires, comprendiese las provincias de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán y Cuyo. Luego de requerir sendos informes al Virrey del Perú y al Gobernador de Buenos Aires, ambos en sentido favorable, un hecho circunstancial precipita la creación del Virreinato del Río de la Plata.
Este hecho fue la ruptura de hostilidades con Portugal, como consecuencia del ataque por sorpresa a las guarniciones españolas, en virtud del cual se apoderó de los territorios al sur del Río Grande. La reacción de la Corte española fue inmediata y el 13/11/1771, parte desde Cádiz una expedición de diez mil hombres al mando de D. Pedro Cevallos, que, en rápida campaña restablece la situación anterior.
D. Pedro Cevallos, además de Capitán General de las fuerzas expedicionarias, llevaba el nombramiento de “Virrey, Gobernador y Capitán General de las provincias de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán, Potosí, Santa Cruz de la Sierra, Charcas y de todos los Corregimientos y territorios a que se extiende la jurisdicción de aquella Audiencia”.
Terminada su misión, Cevallos solicitó regresar a España y para sustituirle fue nombrado D. José de Vértiz, Teniente General y hasta entonces Gobernador de Buenos Aire, cuyo nombramiento por Real Cédula del 27/10/1777, confirma la creación del nuevo Virreinato.
En un principio continuó como única la Audiencia de Charcas, hasta que, en el año 1783 se dispone la creación de la Audiencia de Buenos Aires, con jurisdicción en esta provincia y en las de Paraguay, Córdoba y Tucumán, mientras que la de Charcas atendía los asuntos del resto de Virreinato.
En 1782 al establecerse el sistema de Intendencias, se llevó a cabo la subdivisión del Virreinato en los siguientes territorios:
q  Buenos Aires
q  Paraguay
q  Mendoza
q  San Miguel del Tucumán
q  Santa Cruz de la Sierra
q  La Plata
q  Potosí
Desde el punto de vista militar, la creación del Virreinato supuso el fortalecimiento de la autoridad del que hasta entonces había sido el Gobernador de Buenos Aires, pues el ser ahora Capitán General del territorio, podía recurrir a tropas de las otras provincias en caso de peligro, sea que este procediera de los territorios ocupados por los portugueses o de las costas marítimas.
Si bien ya existían tropas creadas con anterioridad, se sumaron otras, se establecieron mejoras al sistema defensivo y se reorganizaron las Milicias con arreglo al Reglamento de La Habana de 1769.
Si bien desde muy antiguo existieron fuerzas afectadas a la guarnición en Buenos Aires, es muy difícil determinar hasta cuando pueden ser consideradas tropas presidiales o de guarnición y desde cuando ejército de dotación. 
A diferencia de lo que sucedía en los demás Virreinatos y Capitanías, en donde antes de la creación de cuerpos fijos, existían cuerpos presidiales, con una organización más cercana a una milicia, que a una unidad regular, en Buenos Aires ocurre exactamente lo contrario con las Compañías de Infantería y Caballería.
Durante los siglos XVI, XVII y principios del XVIII, eran enviados a Buenos Aires soldados peninsulares, sin conformar una unidad orgánica, para la guarnición del presidio.
Una comunicación del Rey dirigida al Virrey y Capitán General de la Ciudad de los Reyes (Lima), fechada el 17/01/1717, ilustra sobre el particular:

“...que próximamente partirán para la ciudad de Buenos Aires doscientos noventa y cinco hombres para completar la guarnición de aquel presidio.
En este número van incluidos diez y ocho Oficiales reformados: tres Capitanes, cuatro Tenientes, un Subteniente y seis Sargentos, todos de Infantería. Y de Caballería, un Capitán, un Teniente, y dos Sargentos. Todos ellos para continuar su mérito en la Plaza de Buenos Aires a las órdenes del Gobernador”,
“Entraran a ocupar los respectivos empleos de sus grados que fueren vacando en la Infantería y Caballería”.
“...en inteligencia de que no habiéndose criado Tenientes en las Compañías de Infantería de Buenos Aires, según el pié que está establecido en España, han de entrar los Tenientes reformados que pasan ahora a ser Alféreces de las propias Compañías, alternando los Alféreces que hubieran sido Tenientes con los Alféreces que no han sido Tenientes, sin que en esto se ofrezca ninguna cuestión ni reparo...”

El 02/04/1718 el Mariscal de Campo y Capitán General de las Provincias del Río de la Plata, propone al Rey el establecimiento de:
ü Cuatro Compañías de Infantería
Compuesta cada una de ellas por: un Capitán, un Teniente, un Subteniente, dos Sargentos, un tambor, tres cabos y cuarenta y cuatro soldados, en total cincuenta y tres plazas.
ü Tres Compañías de Caballería
Cada una conformada por: un Capitán, un Teniente, un Alférez, un Sargento, un Trompeta, dos Cabos y cuarenta y seis soldados, en total cincuenta y tres plazas.
ü Un Compañía de Guías
Con la siguiente plantilla: un capitán, un teniente, dos sargentos y cuarenta y ocho soldados, en total cincuenta y dos plazas.
El propio documento se ocupaba en señalar la misión asignada a ésta:

“... a fin de que estos se puedan distribuir en partidas para ir con los destacamentos que salen a ocupar diferentes puestos, que se guardan y que también sirvan para hazer qualquiera prompta diligencia y todo lo demás que se ofreciere...”

A la corona española le era sumamente difícil hacer efectiva una política militar respecto de sus colonias americanas. Por una parte necesitaba del grueso de sus efectivos militares en su territorio como respaldo de su política continental europea. Sus recursos humanos y económicos no le permitían crear una fuerza de consideración especialmente dedicada a las colonias. Por otra parte la dificultad de comunicación le hacia imposible, tanto conocer con antelación suficiente el peligro, cuanto enviar tropas y pertrechos a tiempo para responder tácticamente.
Las comunicaciones marítimas entre España y el Río de la Plata debían llevarse a cabo en épocas climáticamente propicias, evitando tanto las calmas ecuatoriales como las tempestades del Atlántico Sur; con naves de gran porte y lento desplazamiento y dentro de rutas conocidas por su seguridad. Ello daba por resultado que una nave solitaria empleara en el viaje entre sesenta y noventa días y un convoy entre noventa y ciento veinte días. Como ejemplo recordemos que Cevallos con noventa y seis mercantes y veinte navíos de guerra, demoró a Santa Catalina noventa y un días.
Las dificultades no concluían con tocar tierra, ya que  con el transporte terrestre era proporcionalmente complejo en directa relación al tamaño de la unidad a transportar. Así una pequeña partida podía llevar consigo una tropa de caballos de refresco, pero un ejército debía planificar la caballada necesaria para el transporte de pertrechos, víveres, munición, forraje, los caminos a recorrer, las épocas de sequía o lluvias, las crecidas de los ríos y sus vados, etc. Todo ello alcanzaba una complejidad tal que desbarataba o retardaba la mayor parte de los intentos de comunicación entre los diferentes virreinatos. Así hallamos que, cuando Vertiz en 1780 envía ciento noventa hombres entre infantes montados y dragones, al Alto Perú, estima la demora en legar en no menos de dos meses y medio.
Hasta el reinado de Carlos III de España la corona mantenía en total abandono militar a sus colonias americanas. Si bien fue preocupación del monarca el revertir esa situación, las circunstancias arriba bosquejadas eran capaces delimitar o anular las mejores intenciones. Tomando conciencia de ello Carlos III dispone el establecimiento de núcleos de tropas veteranas en las ciudades importantes que permitiesen el mutuo apoyo y la creación de milicias locales como base de mayores unidades de combate. Por otra parte es indudable que los invasores sufrirían las mismas dificultades de tipo geográfico, siendo posible atacarlos en el mar o ya desembarcados enfrentarlos con fuerzas concentradas, especialmente en su línea de aprovisionamiento, impidiéndoles sostenerse costa adentro.
Es ilustrativa la Real Instrucción de 1764 en lo concerniente a las milicias de Buenos Aires:

“establecimiento de ellas debía considerarse que la tropa veterana que la España mantenga en América, por su costo y gravosa conservación, aunque se refuerce anticipadamente a un rompimiento, nunca podrá ser tanta que por si sola contrarreste a un enemigo dirigido con expedición formal y así, más se han de reputar como cabezas de las provincias, que como cuerpo provincial de defensa...”

Las instrucciones impartidas a Craufurd para que al frente de cuatro mil soldados operara sobre Chile, en tanto que Achmuty hacia lo propio con tres mil ochocientos en apoyo a Beresford en el Río de la Plata, parecen confirmar la óptica del monarca español.

RELACION DE CUERPOS FIJOS DE VETERANOS
SANTO DOMINGO
                     Infantería: 1 batallón      
                     Caballería: 4 compañías.
PUERTO RICO
                     Artillería: 1 compañía.
CARACAS
                     Infantería: 1 batallón.
CUMANA
                     Caballería: 3 compañías 
                     Infantería: 1 batallón.
CARTAGENA
                     Artillería: 1 compañía     
                     Infantería: 1 regimiento.
BUENOS AIRES
                     Artillería: 1 compañía     
                     Caballería: 1 regimiento
                     Infantería: 1 batallón.
CHILE
                     Caballería: 4 compañías.
PERU
                     Infantería: 1 batallón.
FILIPINAS
                     Infantería: 1 regimiento
                     Caballería: 4 compañías.
NUEVA ESPAÑA
                     Infantería: 1 regimiento - 3 compañías ligeras.
                     Artillería: 1 compañía
                     Caballería: 2 regimientos.
CAMPECHE
                     Infantería: 1 batallón
GUATEMALA
                     Infantería: 1 batallón.
LA HABANA
                     Infantería: 1 regimiento - 3 compañías ligeras
                     Artillería: 2 compañías –
                     Caballería: 1 escuadrón
LUISIANA
                     Infantería: 1 batallón.

Hasta principios del siglo XIX la corona española poco invirtió en la defensa de los territorios coloniales. Solo algunas fuerzas veteranas y milicias locales las mismas del indio y aseguraban un flujo de riqueza hacia la metrópoli con muy poco gasto. El virreinato del Río de la  Plata no escapaba a ello y por lo mismo el envío de armas y municiones desde España era escaso y excepcional, integrándose cuando ocurría, con piezas de segunda calidad o usadas.
A partir de las invasiones napoleónicas y el encarcelamiento de Fernando VII, todos los recursos humanos, materiales y económicos fueron aplicados a esos graves sucesos. Paralelamente y en el orden local, se hicieron mas evidentes las intenciones de Gran Bretaña de alcanzar una posesión territorial americana.
Esta situación, extremadamente grave de por si, se veía agravada por la ineptitud política y militar de las autoridades coloniales locales, incapaces de apreciar los parámetros que la corona, por avaricia, desidia o propia supervivencia, imponía a  su gestión en tierras americanas. Si bien en el caso específico del virrey Rafael Marqués de Sobremonte, que accedió al cargo en 1804, podía esperarse un mayor conocimiento militar derivado de veinticinco años de ejercicio, no demostró ninguna capacidad para apreciar la situación político-militar, como tampoco si la valoró adoptar las medidas que sirvieran para mejor paliar la indefensión frente al ataque inglés.
Así al producirse la primera de las invasiones inglesas en 1806, se produjeron hechos de tanta gravedad como la fuga misma del virrey y cuya responsabilidad también le era imputable.

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