viernes, 31 de diciembre de 2010
domingo, 21 de marzo de 2010
En 1914 se iniciaron estudios para sustituir las lanzas metálicas en uso reglamentario por la caballería a la fecha, por otras elaboradas a partir de un asta de caña coligue.
Por Decreto fechado el 12/01/1915 se declaró reglamentario el modelo presentado por la Dirección General de Arsenales de Guerra, distinguido por su simplicidad, resistencia y economía.
A principios de 1917 se fabricaron diez mil unidades que fueron empleadas durante el desfile realizado el 25 de Mayo de ese año.
Longitud total 2.850 mm.
Peso total 1.600 gr.
MONTAJE DE LA MADERA Y REGATÓN E INSTRUCCIONES PARA LA BUENA CONSERVACIÓN DE LA LANZA DE GUERRA, DE COLIGÜE, REGLAMENTARIA EN EL EJÉRCITO ARGENTINO
“(Información de nuestro segundo Agregado militar en la Argentina, comandante D. Pedro Corral)”
“La lanza declarada reglamentaria en el ejército argentino por decreto de 15 de diciembre de 1916, tiene su asta constituida por una caña llamada Coligüe, que se produce espontáneamente, y en abundancia, en ciertas regiones de la cordillera de los Andes. La bondad de la lanza de guerra, de Coligüe, ha sido ampliamente experimentada por el ejército argentino en sus luchas de fronteras contra los indios, y fue adoptada por el decreto que se cita, no solo en vista de la bondad demostrada, sino también por ser su coste muy inferior al de la lanza metálica extranjera que se tenía en uso, y la que se ordenó ser recogida, guardándola como arma de reserva.
También el ejército chileno, después de larga experimentación, la tiene adoptada definitivamente desde hace ya varios años.
La moharra de esta lanza está soldada, a estaño, en un tubo de acero (a) sin soldadura (figura primera), de 105 milímetros de largo, cuyo extremo posterior (b) está dilatado a fin de permitir la entrada de un nudo (c) natural de la caña. El extremo anterior de la caña (d), preparado convenientemente de modo que llene del todo la parte hueca cilíndrica de la moharra, es decir, formando espiga en la punta, es introducido a golpes de martillo hasta que el nudo superior (c) haya penetrado diez milímetros aproximadamente en el tubo. A continuación se cierra el extremo del tubo (b), ajustándolo sólidamente sobre la parte posterior del nudo (c). Esta operación se hará en un torno (figura segunda) con mordaza para la moharra en el mandril, empleando una mordaza portaobjeto de abertura graduable, provisto de seis cilindros de acero templado, inclinados, que se apoya por medio del carro del torno contra la abertura del tubo (b) cerrándolo.
El ajuste del regatón (R), cuyo tubo € está dilatado en un extremo se efectúa a martillo por encima de un nudo natural (f) de la caña; haciendo un corte en cruz (g) en el extremo inferior de la caña, siempre que el diámetro de la misma impidiese su introducción. Debe evitarse en absoluto descascarar la caña, que deberá ser enchufada con la corteza intacta. Para poder en esta forma colocar el regatón, deben confeccionarse estos últimos de diferentes diámetros, por lo general de 32, 34 y 36 milímetros, interiormente, de diámetro.
El regatón (R) será lastrado con plomo en cantidad suficiente para que el centro de gravedad se encuentre entre 1.670 y 1.700 milímetros, medidos desde la punta de la moharra. La longitud de la lanza varía desde un mínimo de metros 2,80, al máximum a que obligue el aprovechamiento de un nudo natural.
El exterior de la caña (C) se limpia y se liman los nudos de las adherencias muy salientes, dándole después una capa de goma laca disuelta en alcohol, para preservarla de la influencia de la humedad. La capa de goma deberá renovarse antes que se haya gastado del todo. Las rajaduras que con el tiempo podrían producirse en la caña, se cerrarán con una pomada espesa compuesta de cinco partes de vaselina neutra y tres de parafina.
En caso se torcerse la caña se la vuelve a enderezar calentándola a fuego, pero de modo que las llamas no toquen directamente la caña y hasta que la mano pueda soportar el calor. En el caso de tratarse de fuertes torceduras, se le da una mano de aceite de linaza cocido y se calienta en la forma descripta, hasta que el aceite hierva. Una vez caliente la caña se la introduce en una grapa en forma U (invertida) atornillada sobre un banco de trabajo, y se apoya sobre un taco de madera forrado con cuero, actuando sobre la caña por medio de presiones hasta llegar a su enderezamiento.
La limpieza y conservación de las partes metálicas se hará de acuerdo con lo indicado para armas blancas.
Debe evitarse, en lo posible, recostar las lanzas con la moharra contra la pared, pues así se producen deformaciones de la caña. Se debe colocar la lanza en armeros, en los cuales, apoyada en el regatón, conserva una posición vertical.
Nota – Es importantísimo no descascarar o sacar la corteza de la caña, pues si no se toma esta precaución, la caña pierde su fortaleza.
El empleo de la lanza, dentro de nuestro territorio, se remonta a la “chuza” conocida y utilizada por las diferentes tribus indígenas que lo poblaban con anterioridad a la llegada de los europeos.
Los soldados españoles, de a caballo, también arribaron munidos de esta arma, en este caso de mejor calidad de confección lo que le otorgaba mayores condiciones durante el combate y mayor durabilidad.
Durante el período colonial, la lanza fue utilizada por los cuerpos de blandengues, formaciones milicianas destinadas a la custodia de fronteras interiores. Cuando se produce la Revolución de Mayo se produjo su reemplazo por el sable de caballería, en las tropas montadas.
Algunos años más tarde, nuevamente aparece de la mano del Gral. José de San Martín, quién habría adquirido experiencia respecto de ella durante su formación militar en Europa.
Varios son los elementos que confirman el interés de San Martín por la lanza, por un lado la afirmación de Alfredo G. Villegas en el sentido de atribuirle el desarrollo de un modelo, menos costoso que el conocido hasta entonces. Por el otro, una carta del Brigadier Manuel Belgrano, fechada en Lagunillas el 25/09/1813, dirigida a San Martín, donde, además de confiarle sus dificultades para ejercer el cargo, en razón de no haber cursado la carrera militar, efectúa diversas consideraciones referidas a la caballería y entre ellas expresa:
“…convengo con V. en cuanto a la caballería, respecto de la espada y lanza, pero habiendo de propósito marchado cuando recién llegué a este ejército, más de 30 leguas hacia el enemigo con una escolta de 8 hombres con lanzas, y sin ninguna otra arma, para darles el ejemplo, aun así no he podido convencer, lo conozco, a nuestros paisanos de su utilidad; sólo gustan de la arma de fuego y la espada; sin embargo, saliendo de esta acción, he de promover, sea del modo que fuese, un cuerpo de lanceros y adoptaré el modelo que V. me remite.”
Por último, otro dato interesante, surge de la Orden del Día, fechada en el Campamento el 25/11/1816, donde se dispone el reemplazo de las banderolas utilizadas por los granaderos a caballo, amarillas y blancas por mitades, por otras blancas y azules a cuadros.
Pese al interés demostrado por San Martín en su empleo y al hecho que, en el Combate de San Lorenzo, la primera línea de cada compañía fue provista de lanza y pistolas de arzón, lo cierto es que siguió siendo muy resistida, tanto por la oficialidad, como por la tropa, no sólo en el ejército sanmartiniano, sino en todas las fuerzas patriotas.
El General José María Paz en sus “Memorias”, refiriéndose al Ejército Auxiliar del Perú, expresa puntualmente:
“…los soldados se creían vilipendiados y envilecidos con el arma más formidable, para quien sabe hacer uso de ella. He visto llorar amargamente soldados valientes de caballería, y oficiales sumergidos en una profunda tristeza, porque su compañía había sido transformada en lanceros. Ya se deja entender que, en la primera oportunidad, se tiraban las lanzas, para armar al caballero con una tercerola o un fusil largo, con el que, llegado el caso de un combate, hacía su disparo, sujetando su caballo para cargar cuando no tomaba la fuga. Yo, como uno de tantos, participaba de la crasa ignorancia de mis compañeros”…
El mismo autor, al rememorar las acciones de Vilcapugio y Ayohuma, señala que la disposición de la infantería española, en cerrado cuadro, erizado de bayonetas:
…”concurrió a que depusiéramos el horror a la lanza y la tomásemos con calor antes de pocos días…”
….”para el combate siguiente de Ayohuma, en efecto, habíase realizado una transformación completa en el armamento de la caballería a causa de que la experiencia había conseguido vencer el anterior prejuicio. Es así que el Regimiento de Dragones se presenta, en este combate, armado por mitad de carabinas y con lanzas, habiéndose distribuido, además un sable a los primeros, una pistola a los que usaban lanza. Y si bien los resultados de esta innovación no pudieron sentirse ya en ese combate –por la inactividad en que fue mantenida la caballería- sin embargo, la acción posterior de esta arma en la batalla ganaría mucho en eficacia con la adopción de la lanza, como pudo comprobarse en todos los encuentros en que intervino la caballería republicana en la campaña del Brasil”…
Durante el año 1816 la Fábrica de Fusiles realizó cuatro ejemplares, empleando astas de canela, las que fueron depositadas en la Sala de Armas en calidad de muestra, no llevándose a cabo ninguna producción posterior, por un lado por el cambio de rumbo de una expedición española, al mando de Morillo, que se suponía nos amenazaba y por la mayor urgencia de contar con otras armas.
Entre los años 1819 y 1820 se confeccionaron lanzas a partir del encabado de chuzas y bayonetas en astas de pino sin sangrar, la mala calidad de los ejemplares no se tomó en consideración ya que fueron destinados a los depósitos de los fortines fronterizos, en calidad de armamento complementario. Nuevamente se estaba menospreciando su valor en el combate montado.
Durante la guerra con Brasil, surgió el entusiasmo por su uso, construyéndose ejemplares en pino y en roble que, utilizados por jinetes que habían vencido su repugnancia y aprendieron su táctica, llegaron a considerarla superior al sable.
La situación evoluciona positivamente en función de una mayor calidad constructiva y del ejercicio de su uso, llegándose a pensar en que a futuro se dejaría de lado el empleo de la carabina en la caballería, en tal sentido se expresaba Luis Argerich, Comandante del Parque de Artillería en un informe fechado el 10/03/1832.
En lo específicamente referido a su construcción no se tenían en cuenta ni las dimensiones, ni la forma de la hoja, la atención se centraba en el asta, que se consideraba que debía ser correosa, elástica y firme, lo que inevitablemente condicionaba las maderas a emplear. El orden de preferencia estaba encabezado por el “nazareno” brasileño; la “lanza” “que debía ser de renuevos y preferiblemente de Tucumán”; el “óleo” del Brasil o de la India; el “guayabo” tucumano; el “roble blanco” europeo; el “ibapay” correntino; el “ibay” también correntino; el “viraró” paraguayo; el “amarillo” correntino o enterriano; el “peteriby” paraguayo; el “laurel negro” tucumano y el “fresno sin nudos” europeo.
La lanza y su utilización reglada formaron parte del “Reglamento para el ejercicio y maniobras de la Caballería, fechado en 1834 y también en el “Reglamento para el ejercicio y maniobras de la Caballería Española” redactado por el General José De la Concha en 1850, impreso por orden del Coronel Bartolomé Mitre, Ministro de Guerra del Estado de Buenos Aires, en 1857.
Guillermo Palombo, en el muy interesante trabajo citado más arriba, aporta el texto de una carta fechada el 08/08/1855, dirigida al Coronel Bartolomé Mitre por Antonio Espinosa, quién propone el retorno al armamento que, para la caballería, propiciara el General San Martín. Así en el texto señalado, se argumenta:
“Animado por el empeño loable que he visto en usted, desde que subió al Ministerio, de poner a cubierto nuestra frontera, y darle a los cuerpos que la cubren aquella organización posible a los escasos recursos de lo que podía disponer, todo lo que he hallado muy acertado, pero habiendo creído que algo se ha descuidado sobre su armamento, me tomaré la licencia de decirle que, según la experiencia de muchos años de práctica en los combates que he tenido con los bárbaros, cual es el más adecuado para vencerlos. El uso del sable ya casi debía estar abolido entre nosotros, reemplazándolo por la lanza, pues a aquél nadie le teme; mucho menos los indios, y a ésta todos respetan. Mi proyecto es que todos los regimientos de caballería de línea estén armados por compañías, mitad de lanza, una pistola que debe ir pendiente a un cordón a los tiros del sable, que también llevarán, y mitad de tercerola y sable. Cuando digo por compañías, lo hago con objeto de que cada capitán, según la fuerza de que se componga la suya, pueda escoger la mitad de ella para lanceros, que deberán formar en primera fila: consiguiéndose de este modo que los mejores soldados de todo el regimiento ocupen ésta, lo que no sucede armando de lanza a todo un escuadrón o una compañía entera, pues que no es fácil, ni sucede nunca, que todos los soldados que lo formen sean buenos. El ímpetu de una carga de caballería, armada de esta manera, y mandada por un jefe de arrojo, tengo la experiencia, que es irresistible. Para probarle que los indios le temen más a la lanza que al sable, le podría citar a Ud. una porción de hechos; pero, en general, le diré a usted solamente que en Chile hemos combatido a los indios de infinitas veces con buenos soldados, y aunque siempre los hemos vencido, ellos has aguardado nuestras cargas con serenidad, mientras huían despavoridos y sin disputar el terreno a las milicias de Chillán, concepción y Arauco, que sólo eran armados con una mala lanza de coligue, como la de los indios. Por otra parte, ningún hombre, hay más a propósito para lancero por su fortaleza y gran posición en el caballo como nuestros paisanos, una prueba de ello es los cuerpos de lanceros que tuvimos en la guerra del Brasil, tan temible para los enemigos quienes a la vez despreciaban a los orientales, que eran todos ellos armados de carabinas y sables. Creo que con esto le habré probado al señor Ministro la superioridad que hay de lanza sobre el sable. Si se me objeta que el Coronel Rauch tenía armado su cuerpo con carabina y sable y venció a los indios, observe que dicho Coronel recibía las cargas de éstos “pie a tierra” para evitar el ser envuelto, y luego que los rechazaban los cargaban por la espalda. Concluiré diciéndole que los indios siempre cargarán con firmeza a los soldados que sólo vean armados de sable, pues que nada le temen.”
Pero la opinión esbozada no era mayoritaria, ni mucho menos, pocos días más tarde, Juan A. Noguera, le escribe a Mitre, desde el fortín Esperanza, con fecha 13/08/1855;
…”se me remitieron noventa y ocho lanza, armas que considero las menos a propósito para el servicio de frontera, descubiertas, defensa y combatir a los indios…”
El Modelo Argentino 1895 constituyó el primer modelo de lanza adoptado en forma reglamentaria por parte del ejército nacional y consecuencia del contrato celebrado con fecha 22/01/1896, por la adquisición de cinco mil ejemplares a la fábrica Weyersberg Kirschbaum & Co, ubicada en Solingen, Alemania. Tres meses más tarde, más precisamente el 10/03/1896, se labró un acta a efectos de concertar la adición de un refuerzo a todas las lanzas.

Se trataba de una lanza hueca, de acero, que seguía los lineamientos del modelo empleado por los ulanos; tenía un largo total de 3.200 mm., correspondiendo 170 mm. a la moharra y 93 mm. al regatón, lo que le daba un peso de 3.000 gr.. A 30 mm. de la moharra se disponían sobre el asta, tres tetones de bronce perforados, separados 175 mm uno de otro, los que estaban destinados a asegurar la banderola. Se la sujetaba por medio de una empuñadura de ebonita, con un largo de 456 mm, y forma anillada, ubicada entre dos anillos de bronce, a 1.500 mm. de la moharra. La moharra presentaba forma de pirámide aplanada, con un cubo que comenzaba en forma romboidal y concluía cilíndrica para su encastre en el asta.
Por su parte, el regatón era un cubo cilíndrico en su inicio que remataba en punta redondeada.
En 1915 son reglamentariamente reemplazadas por las de caña coligue y gran parte de ellas vendida al exterior.
No se conoce cuantas hacen su aparición en el mercado norteamericano, pero sí que algunas fueron adquiridas por la firma "Interarms", a la fecha propiedad de Sam Cummings. Luego no se sabe más de ellas por alrededor de treinta años, hasta que otra firma de dicho país, “SARCO”, adquiere stocks de Interarms y las ofrece a través de su sitio de internet, como lanzas de ulanos. En las fotografías todavía podían verse las marcas del fabricante y la leyenda “Modelo Argentino 1895” y el punzonado propio de nuestras fuerzas.
Longitud total 2.900 mm.
Longitud de la moharra 140 mm.
Peso total 2.100 gr.
Distancia desde el centro de gravedad a la extremidad del regatón 1.050 mm.
sábado, 20 de febrero de 2010
Coleccionismo de armas en Argentina
Durante nuestra guerra por la Independencia y posteriormente, dentro de las luchas entre caudillos, las armas constituían un bien escaso, utilizado y aún reciclado, hasta su destrucción total.
A partir de las adquisiciones que llevó a cabo Domingo F. Sarmiento como presidente, con el propósito de modernizar y uniformar reglamentariamente el uso de armas, dentro de una política de organización militar a escala nacional, por vez primera las armas veteranas de mil combates, quedaron de lado.
El gran maestro sanjuanino, de fecunda labor en pro de la educación nacional, no descuidó el extender esa acción educadora al medio militar y el organizar un ejército a escala nacional, dotado de moderno armamento. Cuando tanta campaña en contra de las armas y de las fuerzas armadas o deportistas que las empuñan se realiza, sería bueno considerar estos ejemplos que nuestra historia nos brinda.
Retomando nuestro relato, es a partir de allí, que las armas fuera de uso, muchas de ellas con un glorioso pasado, pasan a conformar las primeras colecciones privadas, principalmente en manos de militares de prestigio, grandes hacendados y profesionales de alto poder adquisitivo.
Es el estrecho contacto que existió con Europa a principios del siglo XX, por la solidez económica de nuestro país y la carencia de restricciones legales sobre la materia, lo que les permite la incorporación de piezas del exterior, de gran valor en muchos casos.
Dentro de éste contexto, en 1890 se produce la primer subasta pública registrada, que corresponde a la colección perteneciente a un señor apellidado Parravicini. Lamentablemente carecemos de datos precisos respecto de las piezas que la integraban, como así también si el citado poseía alguna relación de parentesco con el actor Florencio Parravicini, de quién se afirma haber hecho gala de sus conocimientos como tirador deportivo.
Dos años más tarde, en octubre de 1892, se publica una revista que lleva por título “El Coleccionista Argentino”, la que en su segunda entrega, correspondiente al mes de noviembre del mismo año, publica un artículo titulado “Colección de Armas”. El mismo fue reproducido en su totalidad en el primer número del Boletín de la Asociación Argentina de Coleccionistas de Armas y Municiones en el año 1967.
A este mismo período corresponde, la que sin lugar a dudas, fue la más importante colección de armas que ha habido en nuestro país. Es la que reuniera el Gral. José Ignacio Garmendia, durante sesenta años y que alcanzó a aproximadamente dos mil piezas, de las cuales mil ciento doce fueran rematadas por Guerrico & Williams el 16 de septiembre de 1931, como parte de los autos testamentarios de José Ignacio Garmendia y María Rufina Reynolds de Garmendia.
Una excelente descripción de la misma, fue brindada por quién considero maestro y amigo, Santiago Pedro Tavella Madariaga, en una serie de artículos publicados a principios de la década de 1970, en la revista Week-End, titulados genéricamente “Colecciones de Armas”.
Allí se citaba, que la colección Garmendia reunía, desde piezas pertenecientes a antepasados suyos, uno coronel regidor de Tucumán y otro alférez real y presidente del Cabildo en 1826, hasta la espada, confeccionada por Sebastián Hernández, que el Gral. D. Pedro Caro y Sureda, marqués de la Romana, obsequiara a José de San Martín luego de la batalla de Bailén, pasando por dos espadas pertenecientes a Juan Manuel de Rosas, una que se dice regalada por los plateros negros de San Telmo, con empuñadura y vaina de plata maciza con grabados artísticos, con el escudo nacional enchapado y calado en oro y la inscripción “Rozas” en el guardamanos y la otra, grabada en la hoja “Para el Gobernador de Buenos Aires, don Juan Manuel de Rosas”, que éste utilizara en la Campaña al Desierto en 1839.
En apretado resumen, poseía armas que habían pertenecido a Manuel Belgrano, Justo J. de Urquiza, Bartolomé Mitre, Julio A. Roca, Luis M. Campos, Manuel Hornos, Lucio V. Mansilla, Francisco Ramírez, Donato Álvarez, Antonio González Balcarce, Blas Pico, Rafael Aguirre, Benjamín Victorica, Félix de Álzala, Ángel V. Peñalosa, Giuseppe Garibaldi, Francisco Solano López, Mariano Melgarejo, Fulgencio Yegros, Máximo Santos, Nicolás Avellaneda, Bernardo Monteagudo, Florencio Varela, Hilario Ascasubi, Miguel Soler, Manuel A. Pueyrredón, Facundo Quiroga y a los caciques Pincén y Saihueque.
No sólo se encontraban piezas relacionadas con nuestra historia, también era posible encontrar la espada que la Real Compañía de Filipinas regalara a Carlos III, una escopeta de caza de la princesa Carlota, esposa de Maximiliano y armaduras de la época de Felipe I y Enrique I de Inglaterra, entre otras.
Dos piezas singulares, dan cuenta de la importancia que tuvo esta colección: un falconete fechado en el año 1411, traído por los conquistadores españoles a Asunción, regalado por Francisco Solano López al Gral. Justo J. de Urquiza y considerado, a la fecha de su remate, una de las únicas seis piezas conocidas a escala mundial, en ese estado de conservación y la recámara de un falconete del siglo XV, que perteneció al navío Puerto Rico y que fue rescatada del Río de la Plata durante las obras de construcción del Puerto Madero.
A partir de 1930, varios hechos de capital importancia, contribuyeron a modificar las primitivas características de esta actividad. Los más destacables resultan: la declinación económica local fruto del nuevo orden económico mundial, el fallecimiento de los primeros grandes coleccionistas y la aparición de las primeras regulaciones policiales relativas a la tenencia de armas.
Se suceden entonces, importantes subastas, a las cuales acceden nuevos estratos sociales, mayoritariamente conformados por profesionales, comerciantes o industriales.
Merecen señalarse, por su incidencia en el desenvolvimiento posterior del coleccionismo local, las siguientes subastas:
Ø Estanislao J. Cevallos – rematada en 1929, por J. C. Naón y Cía. S.R.L..
Ø Antonio F. Cafferata – rematada en 1932, por Guerrico & Williams.
Ø María Güiraldes de Guerrico – rematada en 1935, por Guerrico & Williams.
Ø Dr. Buijevich - rematada en 1946, por O. Ramos Oromí y Cia..
Otra gran colección, que también cumplió ya su ciclo, fue la que iniciara Jorge Llobet Cullen en Sevilla, en 1906, con la compra de una pistola sistema miquelete y que continuara a su muerte, Andrés F. Llobet Guerrero.
Sumamente importante, fue considerada la más importante de Iberoamérica y se componía de fusiles, espingardas, escopetas, pistolas, ballestas, hachas, mazas, sables, espadas, cuchillos, celadas, borgoñotas y yelmos que abarcaban del siglo XV al XIX.
Nuevamente, el excelente trabajo de Tavella Madariaga, nos sirve de guía para afirmar, que tan importante era el conjunto, como la procedencia de las piezas: sesenta habían conformado la colección Garmendia, entre ellas el falconete y la recámara descriptas líneas más arriba, la primera de las cuales había sido adquirida por seis mil cincuenta pesos de la época. Otras provenían del zar Alejandro II de Rusia, del príncipe Federico Carlos de Prusia, del barón Franchetti de Florencia, del príncipe Radziwil de Berlín, del duque de Sajonia Meiningen, del duque de Osuna, del marques de Beauchamp, del duque de Rovigo, de la baronesa Vincken D`Rognan, de Curtiss de Londres, de Grodewsky de Viena, de Whamwell de Londres y de los coleccionistas locales: Estanislao S. Cevallos, Dr. Buijevich y Guerrico.
Su magnificencia puede ser apreciada por dos finos arcabuces de caza, con sistema de encendido a rueda, que se encuentran dentro del patrimonio del Museo de Armas de la Nación y que están expuestos en la sala III del mismo.
Esta colección fue rematada, a consecuencia de una disputa judicial, en 1975, por la casa Guerrico y dadas las condiciones económicas de nuestro país en la época y la importancia de las piezas, la mayor parte de las mismas, salieron de nuestras fronteras para no regresar jamás.
LAS PRIMERAS ARMERIAS DE BUENOS AIRES
El año 1857, es particularmente importante en lo que hace a la comercialización de armas en la ciudad de Buenos Aires, casi al mismo tiempo, ven la luz dos de sus más grandes e históricas armarías: Bertonnet & Gobert y Carlos Rasetti.
Bertonnet & Gobert, fue el resultado de la unión comercial de dos armeros franceses, que establecen su negocio en la calle San Martín 50, frente a la Catedral Metropolitana.
Las armas comercializadas por esta armería que, eran importadas desde diversos países europeos, presentan grabadas las siguientes leyendas: “BERTONNET EN BUENOS AIRES” o “BERTONNET-CALLE SAN MARTÍN 50-BUENOS AYRES”.
En 1878 Juan López adquiere la armería, incorporando el rubro cuchillería y mudándola a la calle Perú 40, entre Rivadavia y Victoria, antiguo nombre de la actual Hipólito Irigoyen, lindando con la tienda “A la Ciudad de Londres” y la joyería “Gabarini”.
Las armas vendidas durante éste período traían los siguientes grabados: “JUAN LÓPEZ BUENOS AYRES” o “JUAN CANEDO-611 RIVADAVIA 611-BUENOS AYRES”
En 1888, la transfiere a su empleado principal Juan Canedo, quien se hace cargo con gran éxito comercial, Es para entonces que comienza a ser conocida tanto como “La Porteña de Juan Canedo” o como “Casa Canedo”.
Finalmente las obras de ensanche y apertura de la Avenida de Mayo, que se inician el 5 de marzo de 1889, obligan a una nueva mudanza, esta vez a calle Rivadavia 611.
En 1912 es comprada por Alfredo Gottling, quién le da el nombre de “La Porteña”, aunque por un tiempo se la identifica también como “Antigua Armería Canedo”.y a consecuencia del origen de los productos ofrecidos también por “Armería Británica”.
Las armas de éste período se identifican por la leyenda: “ARMERIA LA PORTEÑA-BUENOS AIRES”
En 1946 fallece Alfredo Gottling y su yerno, Cornelio Prats, se hace cargo del negocio.
En 1970, a raíz de rajaduras en una de las paredes del viejo restaurante Pedemonte, lindante con “La Porteña”, la Municipalidad decide primero apuntalar el edificio y posteriormente la demolición de ambos negocios. De este modo la armería debe trasladarse a la calle Perú esquina Chile, donde en 1971 cierra definitivamente sus puertas, luego de 114 años de existencia.
Por su parte Carlos Rasetti, que como ya dijéramos, también inicia su actividad en 1857, ocupó un local sito en la calle Rivadavia 526, obteniendo un marcado éxito comercial, principalmente basado en la importación de material proveniente de las líneas europeas de la época. Tal fue la relevancia de esta actividad, que el logotipo de la firma señaló, expresamente, durante muchos años “Casa introductora de armas”. Las piezas de éste período eran grabadas en origen: “CASA CARLOS RASETTI –RIVADAVIA 525-BUENOS AIRES”.
Pero la importación de armas no solo se circunscribió a piezas nuevas, también se le debe la incorporación a la plaza local de material proveniente del “surplus” militar de diferentes países, entre los que es posible mencionar: fusiles y carabinas Chassepot, Gras, Vetterli, Máuser en sus modelos 1871 y 1888, Mannlicher, Winchester, Remington, etc..
Una cuestión no debidamente documentada, es la denominación “Armería de Paris”, utilizada en catálogos y publicidades por Carlos Rasetti, hasta la década de 1930, como así la existencia de piezas que presentan una de las siguientes leyendas: “E. PARIS - BUENOS AYRES” o “E. PARIS - BS. AYRES”. Se supone que la misma podría provenir de un comerciante anterior, cuyo nombre era E. Paris, respecto del cual, el autor no ha podido encontrar mayores datos filiatorios.
El catálogo correspondiente al año 1917 en su portada cita expresamente como domicilio comercial el de Sarmiento esquina Maipú, de cuya fachada trae un par de excelentes fotos en su interior y además consigna “Anexo de la casa: Rivadavia 526 – Casa en París: 3, Rue Lentonnet”.
Para sumar otro punto, digno de investigación más profunda, se puede mencionar, que en el catálogo de 1931 de Carlos Rasetti, se incluye una pequeña fotografía de una planta industrial, con el epígrafe “nuestra fábrica en Francia”.
Cabe señalar que el inmueble ubicado en la esquina de Sarmiento y Maipú, inaugurado el 14 de mayo de 1917, en oportunidad de festejar sus sesenta años de vida, a la fecha de escribir estas líneas, aún se mantiene en pie, conservando las mismas características que se aprecian en las fotografías, si bien está dedicado a otros fines comerciales.
En los citados catálogos, se ilustran escopetas “fabricadas especialmente para la casa” por A. Francotte y Cía. de Lieja, Bélgica, por W.W. Greener de Birmingham, Reino Unido y por la Manufactura Francesa de Armas de Saint Etienne, Francia. También se encuentran productos Winchester, Remington, Smith & Wesson, Colt, Mauser, Webley & Son, Iver Johnson, Fabrique Nationale (patente Browning) y Joseph Rodgers & Sons, entre otros.
Como dato curioso, puede agregarse que comercializó hojas y máquinas de afeitar “RASETTI” y cartuchos de escopeta “T-RASET”.
Cerró definitivamente sus puertas, tras soportar los diversos avatares políticos del país, en 1967, cuando ya su denominación legal era F. C. Rasetti & Cía. (Suces.).
Quizàs la última gran armería de Buenos Aires, fue la "Armería Alemana" o más popularmente "Pedro Wörns", que fue fundada en 1891. Este era un inmigrante alemán que había llegado al país en 1883, con dieciocho años de edad y que luego de reunir unos pesos instaló una agencia de cambios y pasajes en la calle 25 de Mayo 314. Obtuvo que sus padres le remitieran dos mil pesos con destino a solventar dicho negocio, pero un robo provocó la desaparición del dinero y del negocio.
Esta desgraciada circunstancia llevó a que dos amigos, uno Nicolás Yusten y otro Leopoldo Goth le prestasen su apoyo para reencauzar sus actividades comerciales. El segundo de los nombrados, propietario de una armería sita en la calle Piedras (hoy Bartolomé Mitre) 431, le cedió en consignación escopetas y revólveres. Entonces logró incorporar algunos productos de talabartería y para viajes, reiniciando su negocio con los rubros armería, talabartería y artículos para viaje.
En 1900, a consecuencias de reformas en el edificio ocupado, debió mudarse a Corrientes 311, incrementando la actividad comercial. Su esposa falleció en 1916, no sin antes dar a luz cuatro hijos, dos varones y dos mujeres, los varones fallecieron tempranamente y su hija María le brindó su apoyo en el negocio familiar.
En 1944, Wörns fallece y la armería quedó en manos de Francisco Stohr, un sobrino, llegado de Alemania tiempo atrás, donde se había desempeñado como aprendiz en Inmarmeffert.
En 1957, fallece Stohr y el negocio pasa a manos de la hija mencionada líneas más arriba, María Wörns de Justen, que la conduce personalmente hasta 1966, cuando se incorpora Leonardo Salzmann, sobrino nieto.
En abril de 1968 María Wörns de Justen se asocia a Leonardo y Ricardo Salzmann y a partir de 1976, Juan Salzmann se incorpora al negocio.
Tiempo después, bajo la conducción de Leonardo y Ricardo Salzmann, la firma pasa a ser Pedro Wörns y Cia. S.R.L. y desde 1978 retoma la actividad como armería, dejando de lado otras menores a que se había dedicado durante el período inmediato anterior. En tiempos en que se permitìa el libre ingreso de armamento militar extranjero para su venta, realizò importaciones desde los Estados Unidos y Alemania, siendo uno de sus màs importantes adquirentes la Policìa de la Provincia de Buenos Aires. En el campo deportivo y civil, trajo carbinas, escopetas, rifles y drillings de fabricaciòn belga, francesa y alemana, que sobre sus caños ostentaban el nombre de la armerìa, tambièn introdujo marcas como "Bayard" y "Meffert".
Finalmente a mediados de 2008 y por motivos económicos Leonardo Salzmann se ve obligado a cerrar la armería, abandonando el emblemático local de la calle Sarmiento 377. Algunas de las instalaciones de la misma, como parte de su puerta de ingreso, fueron transladadas a la Armería del Tiro Independencia, sita en Piedras 747.
El espiritu del Coleccionista
INTRODUCCIÓN
...yaciendo sobre un pavimento de ladrillo sin roturas del siglo VI a.C., los objetos más recientes setecientos años más antiguos que el pavimento y los más antiguos anteriores en quizás dos mil años: todas las pruebas estaban en contra de la hipótesis de que su reunión hubiese podido ser accidental, y el recortado de la estatua presentaba un aspecto curiosamente voluntario. Y entonces encontramos la clave del enigma. Un poco mas lejos, encontramos un curioso objeto de arcilla en forma de tambor en el que figuraban cuatro columnas de inscripciones: las tres primeras de ellas estaban escritas en el antiguo lenguaje de Sumer y el contenido de una de ellas al menos nos era familiar pues lo habíamos encontrado ya en ladrillos de Bur-Sin, rey de Ur hacia el 2220 a. C., y los otros dos eran análogos; la ultima columna estaba escrita en semítico posterior: “Estas son copias de ladrillos hallados en las ruinas de Ur, obra de Bur-Sin, rey de Ur, que fueron encontradas al buscar el plano (del templo) por el gobernador y que yo vi y copie para maravilla de los que las vean.”...
DEFINICIÓN DE COLECCIÓN
La reunión volitiva, racional y ordenada de piezas que, partiendo del conocimiento de su importancia, dentro de un contexto técnico, estilístico o histórico, contemple su preservación y su restauración de ser necesaria y posible.
EL COLECCIONISMO Y LA MUSEOLOGIA
a-La transferencia de bienes en poder de monarquías, que pasan a integrar el patrimonio de nacientes estados nacionales, cuyo punto de partida se produce a partir de 1789, con la Revolución Francesa.
b-Distintos descubrimientos arqueológicos, en Pompeya, Egipto, Mesopotámia y Grecia, que conllevan la acumulación de material de estudio, generando la necesidad de museos destinados a la guarda y clasificación de esos tesoros.
c-El romanticismo, que trae consigo la evocación de culturas anteriores y la incorporación de arte medieval a museos y colecciones privadas.
d-El interés por las llamadas “causas nacionales”, empuja al pensamiento científico hacia el análisis de la historia local y su conocimiento a través de los monumentos y el arte.
e-El colonialismo y su influencia en Asia, África y Australia, impulsaron el interés por la antropología de pueblos no europeos y el estudio de sus culturas.
f- La teoría del evolucionismo y de las especies, formulada por Darwin, lleva a la catalogación, la ordenación en géneros y especies y de las técnicas aplicadas a las artes.